La represión escandalosa dentro del Hospital Borda contó con una precisa cobertura por parte de los medios tradicionales. Estuvimos cerca de aplicar el telebeam para saber desde qué distancia disparó la Policía Metropolitana sus balas de goma. La gravedad del hecho lo requería.
En cambio, la represión en el marco del conflicto de la Sala Alberdi del Centro Cultural General San Martín tuvo poco reflejo en los mismos medios tradicionales que se espantaron con el avance uniformado dentro del hospital. Aquellos que se consternaron con los bastonazos y los perdigones de bala de goma, ni se dieron por enterados de que en la madrugada del 13 de marzo, tres personas fueron heridas con balas de plomo. Dos de ellos, Esteban Ruffa y Germán Darío de los Santos, integrantes de la Red Nacional de Medios Alternativos (RNMA), estaban allí realizando coberturas. Igual que los trabajadores de prensa maltratados en el Borda. Sin embargo, las esposas en las muñecas de Pepe Mateos valen más que el perdigón de plomo que aún no le quitaron a Esteban Ruffa y que sigue incrustado en su tibia. Por supuesto que repudiamos los hechos que protagonizaron involuntariamente Mateos y los otros trabajadores de prensa, pero pretendemos llamar la atención acerca de cómo dos reporteros gráficos recibieron trato diferente de parte de los medios que construyen agenda. Que uno sea fotógrafo de Clarín hace más grave la noticia, aunque el de ANRed (Ruffa) haya recibido un balazo que por centímetros no puso en peligro su vida, según le dijeron en el Hospital Argerich.
A pocas horas del hecho, el ministro Guillermo Montenegro respondió que los hechos detallados habían ocurrido lejos de los de la Sala Alberdi.
Unas semanas después, Ruffa y De los Santos iniciaron una querella con el apoyo legal de Correpi, Cadep y Copodh. No sólo contra Montenegro, sino también contra Mauricio Macri; Horacio Jiménez, jefe de la Metropolitana; Ricardo Pedace, el subjefe; Juan José Ríos, superintendente de Seguridad, y el ministro de Cultura, Hernán Lombardi. Denuncia que incluirá a los policías cuando sean identificados.
La RNMA realizó una conferencia de prensa en el Hotel Bauen, a la que acudieron sólo dos medios tradicionales. Allí se presentó la prueba que refuta aquellas primeras excusas de Montenegro. En un video puede apreciarse desde tres puntos de vista diferentes cómo la policía avanza por la avenida Corrientes. Cuando los manifestantes y periodistas están llegando a Paraná, se ve el momento exacto en el que son heridos los dos integrantes de la RNMA. A sólo una cuadra del inicio de la dispersión. Lombardi continúa negando las balas de plomo; Montenegro no volvió a declarar sobre este tema. Pero lo que más nos llama la atención es que nadie, nunca, le preguntó cómo es posible que la “nueva” policía haya utilizado balas de plomo para reprimir una manifestación. Es evidente: no le preguntaron porque no hubo noticia. ¿Por qué no fue noticia este hecho y sí la represión en el Borda unas semanas después?
La primera explicación podría ser que nuestros periodistas no son considerados actores importantes dentro de la comunicación, en muchos casos por los mismos que a fines del año pasado se erotizaban pensando que luego del 7D el mundo sería más justo y con más medios comunitarios, alternativos y populares.
La segunda razón la encontramos charlando con algunos colegas que trabajan en medios tradicionales: “El conflicto de la Sala Alberdi estaba absolutamente desacreditado; en cambio, el Borda tiene todos los condimentos de una noticia inevitable: la policía cargando brutalmente y dentro de un hospital”.
Está claro que la represión en el hospital es inadmisible. Pero precisamente la comparación entre el respaldo social de ambos conflictos se convierte en una justificación peligrosa e inaceptable de la violencia institucional en la Sala Alberdi. Y nos recuerda –con tristeza, y salvando todas las distancias del mundo– al regreso de la democracia, cuando la sociedad se conmovía al enterarse de que los genocidas también habían secuestrado “gente inocente”, no sólo subversivos… Montenegro se siente obligado a explicar que en el Borda utilizaron el protocolo y dejaron sus armas reglamentarias antes de vestirse para reprimir; en cambio, nadie le pide explicaciones respecto de las balas de plomo del 13 de marzo. No es necesario, eran unos hippies autogestionarios. Y no se quejen, que no murió nadie. Entonces no hay noticia.
Para nosotros la hay. La represión es la noticia. Y permítasenos pensar que si hubiéramos hablado más de aquella represión, y la hubiésemos repudiado públicamente con mayor acompañamiento, habríamos podido evitar la impunidad descarada con la que se actuó en el Borda.
- Integrantes de La Retaguardia, colectivo de periodismo social que forma parte de la Red Nacional de Medios Alternativos.