Las relaciones sociales capitalistas, y por ende las sociedades capitalistas, se basan en – y expresan en diferentes formas económicas, políticas y culturales – la subordinación del trabajo a la lógica de la reproducción (valoración) del capital.
El desarrollo del capitalismo, como modo de organizar la vida social, que supone el proceso global de producción/distribución/ intercambio/ consumo (Marx; 2008: 63), supone la preeminencia del valor de cambio de los objetos por sobre su valor de uso, lo que a su vez, establece la primacía del trabajo abstracto por sobre el trabajo concreto (Marx; 2000: 59). En otras palabras, el desarrollo y la expansión de las relaciones sociales capitalistas supone la subsunción de las cualidades específicas del trabajo (entendido como fuerza social) y de los saberes del trabajador a la dinámica de la producción para el intercambio de mercancías y por tanto a la lógica de la reproducción del capital. De modo que en el capitalismo existe una contradicción estructural entre el carácter social de la producción y el carácter privado de la apropiación del excedente. Es más, la propia producción de bienes y servicios no sólo no estará regida por las necesidades colectivas sino que entrará en contradicción con los derechos mínimos de las mayorías y la continuidad del medio natural.
Como plantea el propio Marx, la producción capitalista está regulada y dirigida “según los planes y especulaciones de aquellos que invierten los capitales; y el fin que se proponen con todos estos planes y operaciones es el beneficio. Por lo tanto, la tasa del beneficio no sube, como la renta de la tierra y el salario, con el bienestar de la sociedad y no cae, como aquellos, con el derrumbamiento de esta” (Marx; 2006: 71).
Entendemos al trabajo en tanto proceso creador, y a su vez, como “una condición de existencia del hombre más allá de las formas de sociedad”. Como “una necesidad material eterna para mediar entre la naturaleza y el hombre” (Marx; 2000: 65). Por su parte, el capital debe ser concebido como un producto (que se determina en dinero, mercancías, medios de producción) y a la vez como un proceso continuo de subsunción (explotación) del trabajo, entendido como fuerza social –energía física empleada en la producción que para el capital se vuelve valor de uso y para el trabajador valor de cambio- y como conocimiento.
Por eso consideramos que el capitalismo, en su primera fase de desarrollo industrial materializó un claro proceso de expropiación de saberes que independizó de los trabajadores para pasar a materializar en las máquinas-herramientas y reforzó una separación rotunda entre trabajo intelectual y trabajo manual (que el artesanado había reunido), que tuvo su máxima expresión en el modelo taylorista-fordista pero que se irá complejizando e hibridizando crecientemente a raíz de la búsqueda por parte del capital de alimentar el ciclo de su reproducción, potenciando los mecanismos que le permitirían, fundamentalmente, obtener un plusvalor relativo a partir de lograr una mayor productividad, aplicando diversos avances científicos y tecnológicos y expandiendo la producción mercantil a la esfera cultural.
Ese proceso de complejización e hibridación entre las formas del trabajo manual e intelectual, concebido como una etapa particular del avance de la subsunción real del trabajo en el capital adquirirá un estatuto particular en el marco del proceso de reestructuración capitalista que viven nuestras sociedades a partir de mediados de los años ´70, fruto no sólo de la revolución científico técnica y la emergencia de las nuevas tecnologías de la comunicación y la información, sino también de las profundas transformaciones acaecidas al compás de la crisis del estado de Bienestar y el fin de la bipolaridad.
Nuestro propósito en las páginas que siguen es realizar un recorrido por los nudos problemáticos más significativos que plantea el desarrollo de las formas de trabajo intelectual en los marcos del sistema capitalista. Para ello, en un primer momento, expondremos los elementos fundamentales de la perspectiva teórica desde la que enfocamos el problema, para luego realizar un análisis exploratorio de los problemas particulares que la reestructuración capitalista desplegada en las últimas tres décadas genera en dicho campo, poniendo un énfasis especial en las industrias culturales.
Trabajo intelectual y capitalismo de época.
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