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COMENTARIO DE LIBROS

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Daniel Campione

Este libro encara algunos aspectos, con predominio pero no exclusividad del punto de vista económico, acerca de la presente crisis del capitalismo, que se arrastra sin encontrar soluciones dentro del sistema social existente, y coloca no sólo al proceso de acumulación, sino también a su legitimación política, en profundo entredicho.

Se trata, y así se refleja en el texto, de que la deriva del capitalismo exige cada vez más alejar las decisiones del poder del influjo de la voluntad popular, al tiempo que vacía de contenido a las democracias representativas, regidas por dirigentes y partidos que ya no se diferencian entre sí mas allá de procedencias ideológicas remotas o distingos discursivos en temas casi invariablemente secundarios.

Su enfoque va hacia atrás en la historia, en una recorrida que se remonta hasta el derrumbe de 1930 y hace pie en la “estanflación” y la crisis de la deuda externa, insoslayables a la hora de avanzar en la comprensión de la crisis actual.

Se toma concienzuda nota, en todo el estudio, de que en estos años ha tomado particular fuerza, sobre todo en nuestro continente, una suerte de contraofensiva
que pone activamente en tela de juicio las políticas de recomposición de la ganancia capitalista y aplastamiento de las clases subalternas que se pusieron en práctica desde los años 90 y aún imperan en Europa. Ese “contraataque” reconoce incluso aristas que se lanzan en dirección a una recuperación de la perspectiva socialista, en medio de una rediscusión que permite poner en tela de juicio el horizonte supuestamente definitivo de “economía de mercado” y “democracia
representativa” que el pensamiento hegemónico trató de imponer hasta la fatiga, sobre todo a partir de 1990.

Vale la pena transcribir un párrafo, en el que se resume el estado actual de las respuestas económicas, planteado sobre un eje que no es otro que el de la lucha de clases: “Existen dos sujetos en pugna por ordenar el sistema y superar la crisis. De un lado, el poder económico que articula desde la centralidad de las transnacionales el poder mayoritario de los Estados capitalistas y los organismos internacionales y otros ámbitos de articulación, como el G20. Del otro, se presenta un conglomerado diverso y no articulado de movimientos populares y gobiernos que aún fragmentadamente levantan un programa contra el orden en crisis y sus instituciones”.

El autor coloca en la picota a las pretensiones de solución capitalistas, que imponen una perspectiva de empobrecimiento, desempleo,supresión de derechos sociales,como contracara del salvamento de los bancos y la preservación del nivel de ganancias de las grandes empresas trasnacionales.

Constata que en América Latina existen, dicho en forma esquemática, dos tipos de propuestas; las que apuntan a alguna forma de “neo-desarrollismo” que confía en políticas industrializadoras y de explotación intensiva de recursos a la hora de mejorar el nivel de vida de las clases populares, y las que van más allá, visualizando la necesidad de luchar contra el capitalismo mismo, en lugar de la aspiración a reformas que fracasan más temprano que tarde a la hora de producir cambios de fondo en el sentido de la igualdad y la justicia. Y queda esbozada allí una disyuntiva político-intelectual de urgente actualidad en el panorama latinoamericano: La evitación de una perspectiva superficial muy al uso, que coloca bajo el mismo rasero experiencias muy diferentes, cubriéndolas bajo el manto de “gobiernos progresistas”, caracterizando de idéntica manera a administraciones de pretensión prolija del capitalismo existente, como las de Uruguay y hasta la del Chile de Bachelet, y a trayectorias que se proyectan, en medio de contradicciones y luchas internas, hacia la reafirmación del poder popular y el cuestionamiento, siquiera inconsecuente, de la propiedad privada de los medios de producción, tales las de Venezuela, Bolivia y Ecuador.

El de Gambina no es un estudio académico tradicional y creo, no pretende serlo. El instrumental de la economía política está utilizado con inocultable acento en
el carácter “político” de esta disciplina, a la que el pensamiento dominante gusta presentar como aséptica en términos ideológicos, incluso plenamente “matematizable”, amputada de aspectos cualitativos que resultan decisivos a la hora de definir programas y cursos de acción. Todo lo contrario, el libro se asienta sobre la tesis de que el devenir de la economía, y el pensamiento sobre ella, se alza sobre el sustrato de la confrontación entre proyectos diferentes, que a su vez encarnan intereses a menudo antagónicos.

La reflexión está articulada por una clara toma de partido a favor de las tendencias económicas, sociales y políticas que apuestan a una solución de signo anticapitalista, socialista, a la actual crisis.

Y en esa línea se presta especial atención al transcurrir latinoamericano, tomándolo
como parte de una perspectiva internacionalista que resulta imperioso recuperar y renovar en esta etapa histórica, siendo decisiva la aportación del capítulo V, centrado en la perspectiva de construir “otra economía”, alternativa a la regida por los intereses del gran capital.

Se incluye también un breve pero sustancioso capítulo sobre el caso argentino, que pasa revista a algunas de las disyuntivas económicas, y específicamente financieras que animan el debate de los años recientes en nuestro país.

En las conclusiones, el autor indica el punto en el recorrido de “final abierto” en que se encuentra el mundo de hoy, si nos situamos en la perspectiva del “abajo social”, de los explotados y desposeídos:

“La inflexión, lo novedoso, viene por la reinstalación de la crítica al capitalismo y la formulación del objetivo socialista. No es un rumbo irreversible y menos mayoritario, pero es una realidad.”

Desde ese abordaje, el actual momento del capitalismo, de fuerte agudización de las contradicciones, requiere como respuesta de firmes apuestas intelectuales y políticas, que asuman la perspectiva de que la perspectiva de un mundo no capitalista forma parte del horizonte de nuestra época.


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