Como es sabido, cada nuevo turno presidencial en los Estados Unidos despierta en algunos espíritus ingenuos la esperanza de que “ahora sí”, América latina y el Caribe van a ocupar el lugar que se merecen en la agenda de la Casa Blanca. Esta tendencia está profundamente arraigada en vastos sectores de las sociedades latinoamericanas, reforzada por la infantil ilusión que despierta la presencia de un afrodescendiente en la Casa Blanca. No obstante, durante ochenta años la historia se encargó de demostrar la absoluta vacuidad de esa retórica. En efecto, fue Franklin D. Roosevelt quien en su discurso inaugural (4 de marzo de 1933) anunció con bombos y platillos su “política del buen vecino”.
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