Cuando la riqueza natural de una nación se convierte en una sentencia que la condena históricamente a exportar materias primas, parece que estamos frente a una maldición. El proceso de explotación de recursos naturales como base para financiar la economía, junto con los respectivos booms y crisis acarrea profundas perversiones: el conjunto social se empobrece, los derechos fundamentales de las comunidades son atropellados, la naturaleza es depredada, los ingresos generados no dinamizan la economía nacional, la violencia y la voracidad se institucionalizan, el autoritarismo gana terreno y se mina la democracia.
Leer más