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La sorpresa de Bolivia

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Claudio Katz

El programa redistributivo fue aplicado en Bolivia con igual contundencia que en Venezuela. Se utilizó una renta energética (gasífera) para impulsar el consumo, mediante incentivos a la demanda orientados por el estado.

Como en el resto de América Latina este esquema fue dinamizado por el incremento de los precios de las materias primas exportadas. Los ingresos por estas ventas externas subieron de 2000 a 10000 millones de dólares por año.

Pero lo más significativo de Bolivia ha sido la elevada captación estatal de la renta generada por los combustibles. El incremento de las regalías absorbidas por el estado aumentó de 300 millones a 6000 millones de dólares al año.

En la década precedente las finanzas estatales sólo capturaban el 18 % de ese total y las empresas transnacionales se quedaban con el 82 % restante. La nacionalización parcial de los hidrocarburos (2006) revirtió esta relación. Basta recordar la enorme incidencia de la venta de combustibles y minerales en el PBI boliviano, para mensurar esa mutación (Navarro, 2014).

Un giro semejante se verificó en Venezuela con la recuperación de PDVSA, pero la dimensión del cambio ha sido superior en Bolivia. En este país el estado se había quedado sin recursos y toda la renta se filtraba al exterior.

Las consecuencias económicas de esta transformación han sido mayúsculas. El gasto público se triplicó, el empleo público aumentó significativamente y los precios de los alimentos se estabilizaron.

Algunas estimaciones consideran que la mejora del salario mínimo alcanzó 64% (2005-13), mientras que los bonos de asistencia cubren al 33% de la población, en un marco de tarifas de electricidad y de combustible congeladas (Bárcena, 2014).

Otras evaluaciones destacan que la pobreza extrema urbana se redujo del 24% al 14% y su equivalente rural del 63 al 43% . Los programas sociales han influido directamente sobre este resultado, a través de auxilios percibidos por todos los sectores marginados del mercado laboral. Hay bonos para los niños que van a la escuela (Juancito Pinto), para las mujeres que recién tuvieron familia (Juana Azurduy) y para los ancianos que nunca hicieron aportes jubilatorios (Renta Dignidad) (Molina, 2013).

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