Juicios contra la impunidad y ascenso de Milani: Las dos caras del Estado

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Hugo Blasco

Secretario de Derechos Humanos de la CTA

¿Cómo alguien que se precie defensor de los derechos humanos puede abruptamente pasar a defender y promover al superior cargo del Ejército, a “capa y espada”, a un militar de máximo rango denunciado como responsable del terrorismo de Estado?

¿Cómo esa misma persona, en otro momento, puede justificar que un alto funcionario nacional del Ministerio de Seguridad secuestre ilegalmente a un grupo de personas que reclamaban ayuda social del Estado, entre los que se encontraban niños y ancianos, llevándolas a una sede militar durante más de un día?

¿Cómo puede asimismo impulsar una legislación penal para que una ley nacional se convierta en una herramienta represiva idónea para “disciplinar” a los sectores populares?

¿Contradicciones u oportunismo?

¿Podemos hablar de contradicciones? Posiblemente. Pero quizás lo más acertado sea hablar de sobreactuaciones que justifican la subordinación al proyecto de las clases dominantes.

Quien posee fuertes convicciones no tiene que preocuparse por conocer el “apropiado discurso” porque lo construye con acciones, con historia, con consecuencia y coherencia.

Contrariamente, el oportunista, el especulador, el demagogo, debe hacer lo que no siente. Entonces sobreactúa: es el mayor defensor de los derechos humanos, nadie lo supera.

Es más, la lucha empezó con él. Tenía amigos y compañeros que están desaparecidos por la Dictadura como si eso fuera un mérito. Se vincula con Organismos de DDHH a quienes ignoró durante décadas sobre todo en los años del Terrorismo de Estado.

Todo viene bien. Encontró la veta. No tiene costo. Es casi un héroe. Pero en algún momento pierde el rumbo, o lo que es peor, muestra su ¿verdadero rostro?

Entonces propone el ascenso del denunciado represor Milani, justifica el delito cometido por Berni, impulsa y logra aprobar la Ley Antiterrorista. Podríamos seguir con la lista…

¿Cuál es la verdadera cara del Estado?

En el día de ayer se iniciaron las audiencias de uno de los juicios de lesa humanidad más emblemáticos, La Cacha, que se desarrolla en los Tribunales Federales de La Plata. En dicha causa el Estado nacional es querellante a través de la Secretaría de DDHH de la Nación.

Ahora bien, ¿qué papel define realmente a este Estado? ¿El que exige juicio y castigo a los represores o el que los premia?

Quizás se trate de la llamada “reconciliación”. Entonces vale la banalización de los lugares de la Memoria o el deseo presidencial que en diciembre de 2015 no hayan más juicios, por ejemplo.

Luchar por la vigencia plena de los derechos humanos no es tarea sencilla. Exige mucha fortaleza ideológica, la que es puesta permanentemente a prueba por la realidad.

Por eso mismo en estos tiempos de tanta confusión política e ideológica debemos resaltar que hay un hilo conductor en la historia individual y colectiva que nos lleva del pasado al presente, ida y vuelta, y que todo, o casi todo, lo explica.

Por eso, no le pidamos peras al olmo y construyamos nosotros la alternativa popular, con autonomía de los patrones, los partidos y los gobiernos. Será nuestro homenaje a todos los represaliados, por la memoria y la emancipación popular.


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