Análisis de la FISYP sobre la situación política actual. Agosto 2008

Compartí esta entrada!

I – Los cambios en el escenario político y las posibilidades para la construcción de alternativa política

El escenario político nacional, ha estado atravesado entre marzo y julio del 2008 por lo que se ha dado en llamar “el conflicto del campo”. Esta situación originó el comienzo de una discusión en buena parte de la sociedad. Es quizá el principal rédito de la conflictividad. Hoy se debaten los cambios en el capitalismo agrario y en definitiva, los cambios operados en el capitalismo argentino luego del avance del proyecto concentrador de la Dictadura genocida y las políticas hegemónicas de los 90´. El debate incluye, además de estos fenómenos estructurales el papel de los distintos actores sociales y políticos involucrados.

Sin embargo, estos mismos actores y el papel jugado por los medios masivos de comunicación, empobrecieron la posibilidad de profundizar ese debate, al colocar la situación en la lógica binaria de amigo-enemigo, ignorando de esa forma, las cuestiones de clase que son las que surcan la realidad. Los principales interrogantes que a nosotros nos ocupan se asocian: a) la caracterización del gobierno; b) la evaluación de la recomposición de la derecha como proyecto político de las clases dominantes, incluyendo su capacidad de movilización, incluyendo a capas sociales que no le “pertenecen” en las prácticas cotidianas y que, entre otras cosas, habían sido votantes del propio gobierno; c) al papel de la izquierda y a las diversas estrategias de transformación social.

El colectivo militante nucleado en la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas (FISYP) se ha propuesto desde la reflexión, el análisis y la participación, tratar de aportar al debate y a la construcción de alternativa. La radicalización de la participación democrática, la redistribución del producto social y la perspectiva anticapitalista y socialista son los objetivos que nos planteamos. Desde el pensamiento y el trabajo intelectual consideramos que una de las tareas más urgentes de la izquierda hoy, es aportar para el estudio del capitalismo en el siglo XXI pensando qué nuevos senderos son los necesarios para la construcción del socialismo. Ello supone la necesidad de debatir desde el marxismo, los cambios que se desarrollaron dentro de las clases dominantes y las clases subalternas, así como también, las interrelaciones de la sociedad civil con el aparato estatal y desde ahí pensar las transformaciones, las alianzas, los debates más amplios.

II – Sobre el Estado, la derecha y la crisis política

La discusión involucró un conjunto de categorías que pretendemos considerar con sentido crítico. Uno de los temas aludió a la “intervención” estatal. En este sentido, creemos que debe alejarse de pensar a sus instituciones como meros “instrumentos” de las clases dominantes, ni tampoco como instituciones “neutras” que dirimen el conflicto de intereses desde la imparcialidad. El Estado es producto del Capital en sentido histórico, y al mismo tiempo es espacio de lucha disputado por las clases subalternas. Existe un sentido común instalado que el Estado en los 90´ no intervenía (eso era ser neoliberal) y que, en cambio ahora sí lo hace (porque estaría dejando de ser neoliberal). Ni lo uno ni lo otro.

El carácter de clase del Estado hace que siempre intervenga en resguardo y reaseguro de la política de los sectores hegemónicos y que es la lucha de las clases subalternas la que disputa el sentido de las intervención estatal. A partir del “conflicto del campo” se escucharon voces que predican una falsa dicotomía entre Estado y mercado, ya que la intervención estatal existe siempre y se manifiesta de formas diversas. La discusión es saber quiénes se benefician y quiénes se perjudican con la misma.

Otro de los temas sobre el cual entendemos que habría necesidad de profundizar debates es acerca de la categorización de la derecha. En primer lugar, porque la derecha no se encuentra solamente fuera del gobierno, sino que también está presente dentro. Son aquellos que buscan la reproducción del orden social existente promoviendo, entre otras cosas, la concentración de la riqueza. Pero, además, también es necesario precisar el concepto de “nueva derecha” que hoy se utiliza frecuentemente sin justificación teórica y también, frecuentemente, para no hablar en términos de clase. En nuestro criterio no se trata tanto de la derecha, como de las clases dominantes y su proyecto.

Entendemos que la coyuntura actual debe ser pensada en el marco de una mirada estructural que incluya el proceso más amplio que tuvo un punto de inflexión en las jornadas de rebelión popular de fines del 2001.

Los últimos sucesos políticos han demostrado que persiste la crisis de representación política, instalada desde hace varios años agravada en la década de los 90´. Desde el bloque de poder intentaron salir de la crisis, encausando el devenir político “normal” a través de los canales institucionales para recuperar la “gobernabilidad”. El escaso caudal electoral con el que asumió el kirchnerismo en 2003, lo obligó a una acción política de conquista de mayores niveles de consenso social, lo que se tradujo en una acumulación política que creció prácticamente sin ninguna otra fuerza que estuviera en condiciones de hacerle frente. Sobre esa base la Presidenta Fernández obtuvo una holgada diferencia en las elecciones de 2007. Así se transitó la experiencia transversal, la de la concertación y la normalización reciente del PJ.

Ese consenso, sin embargo, ha comenzado a declinar en virtud de la falta de medidas o tendencias concretas con miras a la redistribución del ingreso y de cuyo entendimiento gubernamental, se hace gala solamente en el terreno del discurso. Sin embargo, valga reconocer que el conflicto no saltó desde abajo, sino que se expresó como discusión por la apropiación del ingreso entre sectores empresariales y el fisco.

El denominado “conflicto del campo” al acelerar la dinámica política, generó estrategias diversas de los distintos actores y modificó los posicionamientos y las relaciones de fuerzas. Esta dinámica también ha contribuido a la caída del consenso del oficialismo a escasos meses del inicio de la nueva gestión. Paralelamente, esta crisis política e institucional también atraviesa a otras organizaciones sociales y políticas. La situación profundizó la crisis en los partidos políticos y centrales sindicales, rupturas al interior de la CGT, diversos posicionamientos asumidos por distintos dirigentes de la CTA. El PJ se dividió, la concertación con los radicales se agrietó. En el Parlamento se perdió la mayoría oficialista y la CGT se dividió.

No escapa a esta realidad, el acuerdo entre la Federación Agraria y la Sociedad Rural (también con las otras entidades mancomunadas en el conflicto), que expresa cómo el capitalismo actual es distinto al de fines del siglo XIX e inicios del XX. La dinámica histórica, económica y social, va transformando a los actores sociales.

III – Conflicto, modelo económico y distribución del ingreso

Observamos que el conflicto que marcó la actual coyuntura política puede ser pensado en el contexto de los equilibrios inestables, – del modelo post-convertibilidad- , desarrollados a partir de la necesidad de constituir bloque social y político por parte del gobierno, al tiempo que organizar un proceso de reasignación de recursos fiscales para sustentar el modelo económico. Se trata de lograr consensos empresariales y sindicales para el proyecto de gobierno y usar con ese objetivo el saldo fiscal favorable gestado en los últimos años.

En los 90´ las clases dominantes se agruparon en torno a una política que les permitió satisfacer sus demandas de ganancias vía liberalización y mercantilización generalizada. Luego de la devaluación en el 2002, fue el Estado el principal agente de la distribución diferencial del ingreso. De este modo se conforma un complejo esquema de transferencias de recursos que incluye el mantenimiento del tipo de cambio internacionalmente competitivo y abultados subsidios que benefician a la fracción productiva-exportadora del capital. Esta fracción es parcialmente gravada a través de las retenciones, las que se derivan principalmente al pago de deuda externa pública, reproduciendo el ciclo de inserción subordinada de la Argentina en el sistema mundial.

Las políticas de recomposición de salarios y jubilaciones mínimas, así como el impulso de convenios colectivos, sólo involucran a una parte de los trabajadores, quedando la gran mayoría con serias dificultades ante salarios que se ven licuados día a día por la inflación, en tanto el 40% de los trabajadores se encuentran al desamparo por estar en condiciones de informalidad. La recuperación de ingresos no sobrepasa aún la situación de inequidad en la distribución del ingreso entre salarios y ganancias al 2001, pese a un crecimiento muy importante de los últimos 5 años.

En este marco, “el conflicto del campo” ha mostrado las dificultades del gobierno para capturar ingresos de este sector dinámico y concentrado de la economía, que no está dispuesto a ceder ningún privilegio, en un contexto en el que se entrecruzaron distintos debates acerca de la cuestión federal, la antinomia peronismo/anti-peronismo, y el modelo de desarrollo en el país.

La caída del proyecto de retenciones oficial, ha puesto en evidencia, el poder de uno de los actores en pugna y el avance de una derecha, que ya había demostrado parcialmente su capacidad electoral con el triunfo de Macri en la Ciudad de Buenos Aires. Un fenómeno anticipado con las movilizaciones Blumberg. Pero que ahora, además, aparece con una base de masas confusamente movilizadas, aunque no hayan alcanzado a constituirse, en una fuerza política unificada ni con un liderazgo claro.

Lo cierto es que son necesarios cambios de fondo, estructurales, en nuestra realidad socio-económica. Es lo que aparece con el debate y lo que se requiere para avanzar en sentido contrario a las políticas hegemónicas en los 90´. No alcanza con el discurso crítico y al no remover las reformas estructurales regresivas se corre el peligro de la reversión política favorable a las demandas de las clases dominantes.

Por eso no sirve haber reducido el debate a las retenciones, a partir de enfoques que esquivaron afrontar seriamente la cuestión de la distribución, en tanto tampoco aparecieron en agenda la concentración de la propiedad y la situación de los trabajadores del campo, ni las derivaciones efectivas que en materia de concentración del ingreso imprime el
gobierno al destinar el superávit principalmente a la deuda y a los subsidios empresariales.

IV – La alternativa sigue siendo el principal problema a resolver

Consideramos que el punto nodal del escenario político actual se evidencia a partir de la ausencia de una alternativa política de los trabajadores y el pueblo que tenga la organización y la convicción necesaria, para llevar adelante una estrategia de poder popular que promueva la redistribución del ingreso, como parte esencial, vital en la urgencia hacia los cambios profundos que se necesitan para acometer la tarea del cambio social. Las izquierdas y el progresismo se posicionaron diferencialmente frente al conflicto, alineándose en cada uno de los bandos en pugna, mientras quienes promovieron pronunciamientos independientes no alcanzaron visibilidad, siendo objeto de una campaña que denunció una “neutralidad” que no era tal, sino el intento de no entrar en falsas dicotomías.

Si bien apoyamos las retenciones en pos de una estrategia distribucionista (por ahora, sólo tardíamente fue parte del discurso), evaluamos errónea la asimilación de la crisis de la fuerza gobernante con una derrota del conjunto del campo popular. Esto sería pensable en tanto esa fuerza constituiría un pilar de promoción de organización popular y medidas transformadoras. Sin embargo observamos, en materia de distribución del ingreso, la preeminencia de una estrategia que apunta a garantizar altas rentabilidades del capital concentrado y extranjerizado que basa su estrategia en la superexplotación del trabajo, el saqueo de los recursos naturales y el aprovechamiento de los altos precios internacionales, así como al pago de deuda externa, y logrando sólo una recomposición salarial limitada. La extranjerización de la economía se profundizó aceleradamente en los últimos años y la rentabilidad de las empresas transnacionales es mucho mayor que en la década de los noventa. Si bien la desocupación ha experimentado un importante descenso, la permanencia de un alto nivel de trabajo informal y el aumento constante del costo de vida, provoca un profundo deterioro de los niveles de vida de los sectores populares.

No puede sostenerse entonces, como se ha dado en afirmar, que no “hay nada a la izquierda del gobierno”. Entendemos que la tarea de la hora es la conformación de una alternativa política transformadora, con autonomía y desarrollo propio, para que desde allí se pueda confluir en apoyo de medidas que beneficien a los sectores populares. Se requiere un proyecto que avance en materia de recuperación de los recursos naturales, de creación de la unidad latinoamericana, de distribución del ingreso y la riqueza y promueva cambios profundos en las relaciones de producción y en la correlación de fuerzas sociales.

Se hace necesario impulsar la construcción de poder popular, porque está claro que necesariamente se tocan los intereses del capital concentrado y para enfrentarlo deberemos articular un vasto conjunto de organizaciones del campo popular, con capacidad para instalar principios constituyentes de una nueva sociedad. Todas las iniciativas en tal sentido son, como por ejemplo la Constituyente Social, instancias válidas para articular fuerzas desde una perspectiva amplia, plural y profunda que proyecte estrategias de participación popular, y promueva el cambio social.

Buenos Aires, agosto de 2008.


Compartí esta entrada!

Dejar una respuesta